T amo con mi Cerebro
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¿alguno de ustedes se ha puesto ha apensar que tan importante es el cerebro en nuestras vidas?
El cerebro es un organo que trabaja en equipo con todo el resto de nuestro organismo, de él nacen y viven los suspiros y el embelesamiento ya que adiferencia de lo que comun mente se dice, el corazón sólo bombea sangre y mantiene nuetro ritmo cardiaco.
Existen muchas experiencias emocionales y físicas detonadas por segundas personas, pero una de las más inolvidables de la vida es aquella donde nos “atrapa” el amor romántico con una fuerza envolvente y arrolladora. “Definimos como enamoramiento al deseo intenso por una relación cercana y romántica con una persona en particular; es la transición entre no estar enamorado a estar enamorado”, publicaban en 1995, en el Journal of Personality and Social Psychology, psicólogos norteamericanos liderados por Arthur Aron, de la Universidad estatal de Nueva York. Otros autores, como Hazel Markus y Elissa Wurf, describen el enamoramiento como una experiencia dramática y transformadora.Incluso la creen capaz de cambiar la percepción que tenemos de nosotros mismos.
Juan Luis Álvarez-Gayou, psiquiatra, sexólogo y fundador del Instituto Mexicano de Sexología (Imesex) dice coincidir con la definición de amor de Karol Wojtyla, antes que fuera el Papa, y de Eric Fromm: “Uno puede decir que ama a una persona si es capaz de decirle: tú a mí me importas; yo quiero que estés bien, que estés contenta, que estés a gusto, que te vaya bien en la vida”. Para el especialista Álvarez-Gayou “el amor es distinto al enamoramiento (o amor romántico), que es un fenómeno muy agudo, muy intenso”.
Un impulso universalSe ha dicho que el amor romántico es una invención europea de los trovadores: “Esto me parece totalmente absurdo”, se queja Helen Fisher, una de las estudiosas del amor más conocidas, en su libro Anatomía del amor. Basta leer escritos antiguos: “Mi amado, la delicia de mis ojos…”, escribían ya los sumerios hace 4,000 años en un poema épico dedicado a la diosa Inanna. Tampoco es exclusivamente occidental. En 1992, Edward Fischer y William Jankowiak estudiaron 166 sociedades contemporáneas; en 147 encontraron evidencia de amor romántico y atribuyeron que en los 19 casos donde no se encontró, la causa pudieron ser las diferencias lingüísticas que entorpecieron las encuestas.
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